sábado, 11 de junio de 2011

Madrid

Hoy he llegado cansada. Eso sí, en un trayecto de tan solo veinte minutos en coche desde la universidad hasta mi casa. No vivo en el centro como hace un año en Madrid.

Cuando tenía que volver a casa usando el metro hasta Tetuán, recuerdo que podia llegar a tardar por lo menos una hora en volver. Recuerdo que todos los días era para mí una aventura, tengo que decir que incluso peligrosa. Al pasar por Caminos se me erizaba la piel, sabiendo que a mi vera tenía a muchos carteristas camuflados y grupos de chavales que en bandada, salían a las 21:00, sobretodo los jueves y los viernes. La primera vez me robaron la cartera, por despistada.

Sabía que eso tarde o temprano me pasaría, incluso una semana antes llegué a soñar que me robaban amenazandome con una navaja que no tenía cuchilla. No hice caso a ese sueño porque a menudo tengo pesadillas. Pero bueno, ese dia fue horrible para mí y mejor no pensarlo de nuevo.

Lo que quiero contar hoy es algo bueno del metro. Varias cosas.

La primera fue  sentir admiración por un violinista que tocaba en la parada de Ciudad Universitaria. Todos los días que tenía clase, por narices tenía que pasar delante de este chico escuchando lo que tocaba y lo hacía bastante bien. El primer día para mi fue casi épico. La primera melodía que escuché al llegar a mi escuela fue la banda sonora del Señor de los Anillos. Por lo cual, como buena friki que soy me hizo esbozar una sonrisa y me hizo sentir que no sólo la gente a la que quiero que vive en Madrid me había acogido con todo el cariño. Sino también un pedacito de la ciudad hecho persona, que no me conocía de nada, que estaba allí para probar suerte y recoger unas monedas, sin saberlo, me habia dado una buena bienvenida. Madrid me estaba diciendo " Buenos días, sureña".

Os parecerá una chorrada sentimentalista, pero es un recuerdo muy agradable. No pude echarle al hombre apenas unos centimos porque de verdad que no me sobraba el dinero. Pero creo que aunque fuese poquito, casi pude devolverle la sonrisa que se me había escapado.

Otra cosa curiosa que me pasó en el metro, fue ver a una muchacha que bajaba la maleta en Cuatro Caminos con muchísima dificultad acompañada de su madre que estaba bastante mayor. Nadie se paraba a ayudarla. la gente corría para todos lados con el tiempo justo, todo minuto contaba. Así que me hice "caballera" y le ayudé a bajarla.

Me sentí genial ver lo mucho que lo agradecía. Para mí aquello era más un acto de buena educación que de "buena obra". Igual que cederle el sitio a mujeres embarazadas o a personas mayores en el metro o en el autobus. Una se siente bien cuando le agradecen algo aun siendo algo que se hace por educación, pero yo me quedé un poco parada cuando su madre me dijo...

- Dios te lo pague, señorita

Fue algo tan agradable ver dos sonrisas entre tanta mala leche de los pasajeros que no se me olvidará de por vida. Madrid es la ciudad más salvaje que he visto nunca, aunque reconozco que no he vivido en otras ciudades.

Otra cosa curiosa que me pasó en el metro, fue esperar en una parada al tren y ver que en el banco, medio recostado, habia un anciano que se habia quedado dormido....roncando xDDDD.

Yo me aguantaba la risa porque de verdad, todo el mundo en la parada en silencio y este pobre hombre a pierna suelta. pero no era un mendigo, era un transeunte muy cansado. Y como se acercaba el tren, lo que hice fue hacer como que estornudaba para despertarle y toser. Y lo conseguí.

La gente ni se inmutó, como siempre, la impasividad de la jungla de habitantes estresados, pero yo me negaba que se quedara ese hombre ahí, casi con un cartel en las manos que dijera " Buffet libre para carteristas". En esta ocasión nadie me dijo nada, pero yo me quedé satisfecha cuando vi que se levantaba del banco con su bastón, se ponía su sombrero y se preparaba para subir al vagón. Es un buen recuerdo porque la situación me parecía pintoresca.

Aparte del metro, tengo que decir que Madrid tiene un aire melancólico sobre sus parques, sus edificios, sus calles...el ritmo imparable de la vida que han tomado sus habitantes no es sino una forma de prescribir su importancia como capital. Pero nadie me podrá negar que es una ciudad preciosa a la que ojalá pudiera inyectar algo de más calma y paz para los madrileños. Que siempre van estresados.

Es un gran hormiguero, una enorme colmena en la que la gente pasea en sus propios raíles. Quiero decir, que todo el mundo solo se preocupa de lo suyo, o al menos la frase murciana que tanto me repite mi padre, " cada perrico, se lame su pijico", en Madrid se incrementa a fuerza de tener que convivir con gente que sube apretada a un vagón y no se da cuenta de todo lo que le rodea.

¿ Volvería a Madrid? Por supuesto, me encantaría, pero tengo que decir que la proxima vez prefiero vivir en las afueras, no quiero transformarme en un ente enrailado que camine y no pueda deleitarse en su alrededor, en lo que pasa con la gente, en los olores de las tapas de los bares, en el agua de grifo que a mí me parece mineral ( en Murcia el agua es dura). Y por supuesto, en algo maravilloso, la nieve.

Madrileños, la primera vez que he visto la nieve en toda mi vida, fue a los 27 años y en Madrid. Y ese recuerdo será mi tesoro siempre.